
“La poesía es la fundación del ser
Por la palabra…”
Heidegger
Hijo de emigrantes
italianos, Vicente Gerbasi nace en Canoabo, estado Carabobo en 1913.Estudia
educación primaria y secundaria en Italia, y luego al morir su padre regresa a
Canoabo. Transita parte de su niñez en esta aldea de la geografía venezolana.
Gerbasí, está considerado
uno de los grandes poetas del siglo XX latinoamericano, una voz mayor dentro y
fuera del país. Su extensa obra adquiere mayores resonancias con la publicación
de su largo poema “Mi padre el inmigrante” y el poemario “Los espacios
cálidos”, según asegura la crítica. Vamos a encontrar en su obra una visión
deslumbrada y deslumbrante frente a la presencia mágica de estas tierras,
llamadas también “tierras de gracia”.
Yo
iniciaba la era de los rostros,
Todos
se reunían bajo la lluvia y los relámpagos.
Mi
padre me sonreía con su pipa entre los dientes.
Mi
madre tenía los ojos tristes como se mirara un bosque lejano…
En la medida que avanza y
profundiza en su quehacer con las palabras, Gerbasi va despojándose del lujo
verbal, para acercarse a una claridad sublime, bastante difícil de alcanzar.
CONEJO
Corre,
corre conejo por la nieve,
Que
no te alcance el viento de la nieve.
Te
amparo por instantes del olvido,
Pero
no olvides que la nieve cae,
Y
su belleza cae con la muerte.
Su poesía estará inmersa en
el universo de la infancia, de ese tiempo mágico de la primera niñez, lleno de
esa realidad vista a través del prisma de la primera edad, edad de los
asombros, que será sustancia de su verso, de su poesía sin abandonar esa aldea
natal y absoluta, que le permitió leer el alfabeto del mundo a medida que su
voz y su canto fueron haciéndose más profundos, elementales y luminosos. En su
obra resplandeciente encontramos la humildad propia de los elegidos.
Para el rapsoda, Canoabo es
el espacio profético y poético de la niñez, sitio especial donde se juntan y se
mezclan la luz y la naturaleza.
Con
lumbre de oro fueron recogiendo el maíz
En
los días,
De
loma en loma,
En
un tiempo de lejanos coros….
Y
tú, luz del campo me ofreces las grandes hojas
Del
clima y barrancos rojos
Donde
cae un sol de colibríes…
Es este espacio nombrado el
mundo poético del juglar, levantado sobre un zona geográfica y biográfica, que
se hace sustancialmente existencial. Lugar constitutivo, lugar sustancializado,
Canoabo, la casa, el mundo.
“Un poeta, que reinventa una relación con el mundo: no
para recuperar la tierra primigenia, la plenitud primigenia, jamás
restablecida; sino para hacer de la tierra encontrada el lugar de otra plenitud”
tal como lo señala Patricia Guzmán
Canoabo y la infancia son el
centro, el numen de los mitos que pueblan la poesía gerbasiana, el jinete sin
cabeza, el tirano Aguirre y agigantan la figura del padre, centro de todas las
seductoras metáforas y de todos los hallazgos.
Venimos
de la noche y hacia la noche vamos.
Atrás
queda la tierra envuelta en sus vapores,
Donde
vive el almendro, el niño y el leopardo,
Atrás
quedan los días, con lagos, nieves, renos,
Con
volcanes adustos con selvas hechizadas,
Donde
moran las sombras azules del espanto…
El vate considera a Canoabo
el centro desde el cual puede organizarse, recoger y recogerse. Gracias a Dios
existe este lugar, su aldea, lugar para habitar.
Está presente en la poesía
de este creador con fuerza inusitada la infancia, que en su caso particular es
elemental y campesina, pero rodeada de un gran halo mágico que lo envuelve y
el, mira con los ojos asombrados de niño y luego está presente el espacio habitable, vivible
la casa que es también el cosmos; de esta forma el universo habita la casa del
hombre.
Desde la casa que el niño
descubre el paraíso, el absoluto, desde donde comienza a indagar. Sale a
buscarse, a buscarse dentro de sí mismo.
Porque todo lo que ha
escrito Gerbasi se lo debe al paisaje de Canoabo, el allí que lo coloca en el mundo”…
sabemos que Gerbasi no es ni cuerpo, ni hombre, sino un poeta y un caserío….El
ser y lo absoluto” P. Guzmán
Estamos frente a un decir
poético, frente a una sólida obra poética que en estas latitudes tropicales
donde siempre están presentes el arte del sol y las fulguraciones de la noche,
sólo es posible ser adoradores del sol y danzantes de la luna, algunas veces
con el cielo tachonado del relámpago. Con la palabra, festejamos junto a
Gerbasi su mundo:
Soy
el que va en sí mismo oyendo al mundo,
Oyendo
como baja por su sangre
el
rumor milenario de la tierra…
Reinaldo Chaviel
Poeta, Profesor,
Periodista
Maltiempo Editores