miércoles, 19 de abril de 2017

El Celular

        ¿SABEN QUÉ ES ESTO?
                      

                   

            ¡¡¡¡ ES UN CELULAR INTELIGENTE!!!!

Busca la siguiente aplicación
Y descarga la Biblia.
No leas mucho el Cantar de los Cantares.
Está prohibido fornicar.
Ahora descarga a los 12 Apóstoles.

Descarga a Juan.
Descarga a Tomás.
Descarga a Mateo.

Descarga a Simón.
Descarga a Felipe.
Descarga a Pedro.

Descarga a Andrés.
Descarga a Tadeo.

Descarga a Bartolomé.
Descarga a Santiago el Menor.
Descarga a Santiago el anciano.

Y, sobre todo descarga a Judas,
Porque Él puede comprar y vender a Cristo desde tu celular.

¿Ya los Descargaste?

Ok.

Ahora tómale una foto a la ‘’ultima cena’’  inconclusa
De Arturo Michelena en la Catedral.
¿Listo? ¿Cómo salió?  Me gusta 

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Y sí preguntan ‘’¿ Qué estás pensando? ‘’ ,
Respóndele que en las Oraciones Malditas de Gregorio Bonmantí.

Ahora ingresa a Google.

Visita el templo.

Escribe en el buscador: MER-CA-DO LI-BRE.
Pulsa ‘’ENTER’’.

PU-BLI-CI-DAD:

‘’SENANA SANTA
                     ¿Vienes o te quedas?’’

¡Cierra esa Ventana¡

¿Quéquieres comprar?

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¿Extranjero o Venezolano?:

Declara que eres mayor de edad
Que aceptas las politicas de privicidad del cielo
Y las condiciones del mercado.

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¡Bienvenido!

   ¡¡DIOS ESTÁ AQUÍ!!!
      

       

     
 ¡¡DESCÁRGALO!!

Luis Lovera Calache.

Andar de Esqueleto

Andar con rostro de escape
y prevenido ante el chigüireo,
cargar mil escapularios blindados
con vírgenes y santos de brazos cruzados,
mil ojos no son suficiente
ante la jugada de la mano de Dios.
A la hora pico que no es la del té
marcamos la milla
no para competir contra Usain Bolt
pero si para salvar la vida.

¡No more!
¡No more!
grita una pea atravesada
en medio de un puestico de cotufas,
aunque no distingue la onomatopeya
la mala costumbre es automática.

- Dios te bendiga-
- ¡Activo por ahí! -
- ¡Pendiente en la pista! -,
cada quien se protege a su conveniencia.
Según la zona donde se viva
se percibe el Mágnum como un helado,
aquí las únicas bombas son
las que se comen en la panadería.
Claramente
la polisemia abunda por estas calles;
Si las aceras fueran las orillas de las costas
atracar fuera cosa de náutica.

Por estas calles andamos de Pastor Maldonado,
Rubén Limardo nunca pensó
que copiaríamos sus movimientos.
Aquí se piensa y luego existe
pa’ no chocar el carro que no tenemos
y no hacer rico al latonero.

Andar de un chaparrón ante el sol pelado,
Andar con crisálidas en el estómago
tras llegar tarde a la repartición,
digerir la herida
la sal.

Andar con el rostro de vajilla,
Andar desmenuzado
Andar de migajas.
Pese a todo,
nos desarmamos en la resistencia de amar,
estando en carne propia
y andando de esqueleto.

 Robert Mora.

S/T

"Me cago en la heteronormatividad que nos siguen imponiendo cual dóciles e ignorantes bestias.
Me cago,
En sus absurdos parámetros sociales
Me cago en su estética lampiña y delgada
En su ideal femenino
Libres de errores e imperfecciones
Me cago en sus 90 60 90
En sus tintes
En sus productos para la belleza artificial
Y la felicidad comprada.
En su misoginia a la belleza diferente
Natural para ser precisos.
Cuantas manos tienes?
Cuantos ojos? Dedos?
De que color es la sangre que recorre tus venas?
Me cago, en cada maldita palabra
que usan de forma despectiva para herir
a quienes no jugamos en su cochino ajedrez mediático.
Con su ética universal violenta, paso coletos por los pisos de mi casa
Y queda sucia incluso.
Mas que cagarles les repudio
Porque nos han jodido tanto en las raíces,
Que han hecho que hasta desde la sangre se siembre el desprecio.

Y no me pasa solo a mi
Muchos somos
Quienes insubordinados
Desde nuestro propio orden
Nuestras ideas y acciones
estamos decididos a desmontar tanta mierda
Que tiene a tantas generaciones enfermas."

Sthef In: Poesía de la rabia social.
Compilatorios 2017.

El Paquetico



En Caracas pasa lo mejor de lo imposible. Casi nunca me cuesta caminar con mis pies hediondos a ciudad, huelen a deriva, huelen a humo, a curda, a lluvia, a amores líquidos. Pisan sin huella, volando sobre lo que es. 
Un intestino roto de las tuberías cincuentonas donde habito me mantienen sin agua desde hace días.
Son apenas las ocho y media de la mañana y mi frugal desayuno oloroso a patilla y piña se convierte en torrencial dolor que me pone a pujar .
Ya voy tarde a la matrix. Relaciones de poder, vigilar y castigar. Una gran garita levita en mi humanidad.
Camino. Me fumo un cigarro a ver si mi intestino toma la moto taxi que llame. Camino, doy vueltas como un perro cuando quiere cagar.
Me retraso.
Bajo los tres pisos.
Ella siente como si mil clavos romanos se clavaran en su ósculo oscuro.
Me devuelvo, tres pisos pa arriba. 
No encuentra las llaves.
Sudo frío, una vecina que fuma mariguana escucha noches de blanco saten, y yo me voy cagando.
¡Buenos días! me dicen los vecinos sin ni siquiera sospechar mi necesidad. 
Ellos también se dirigen a sus sitios de explotación por un pan y dos huevos que cada vez son más pequeños.
En este país hasta las gallinas tienen flojera u obstáculos para producir.
El sudor se me escurrió hasta las medias, mis zapatos están inundados de lágrimas y aspiraciones. 
Al fin encontré las llaves.
Corro, corro, recuerdo que no hay agua.
¡Coño vale que peo para cagar en caracas!.
Pongo un periódico en el piso, lo retiro. Está la cara del máximo, busco desesperada otra página.
¡Ah, esta sí!
Hay una noticia de venezolandia, esas que una no sabe si son verdad.
Que si esto, que si aquello. 
Venezolandia malvada para un lado, maravillosa pa el otro.
Pienso: 
El pueblo lo que quiere es juicio moral, nojada!!!
Al fin, una oleada de mariposas me dan un aleteo intestinal, me ayudan, pujo y pujo, luego de cinco días de harina, harina, harina no sale un pan.
Dice para sí misma:
Mendoza CDM!!! No muelas las mazorcas transgénicas de tu maíz piche. Quiero arepa coreana, del molino pa el budare.
Casi, que me lavo las manos, no hay agua.
Huele la punta de sus dedos y los felicita de tan educados que son.
Bajo de nuevo tres pisos.
Metí lo que era mío en un empaque vacío de harina pan.
Los vecinos ven a Flor como si fuera la amante de Mendoza:
Chismean:
¡Lleva harina pan!
La está sacando, no la necesita, seguro la va a bachaquear, blab,blab. ¡Blab!.
Bajo las escaleritas como el olor del café, escurrió, oculto ,imposible, huele.
Ya al fin alcancé la calle.
Nueve de la mañana, no pasa la camioneta para el centro.
La bolsa sigue ahí, en mi mano, acompañándome, buscando donde dejarla huérfana.
De repente: 
¡Zuas! un templón, casi me arrastra. 
Ojala la palpe para que la perciba calientica.
Me monto en el autobús que viene. 
Los pasajeros se la vacilaron toda, vieron cuando se llevaron el bojote.
Yo lo sé, era harina pan! Porque vi un pañuelito en la cabeza de la negra que está en el paquete, decía alguien.
Era harina pan, yo la vi. Decía desesperado un sin desayuno que venía en el autobús.
Ella se repetía a si misma: 
¡A mí que me importa esa mierda!
Pienso en ese motorizado cada día de mi vida, justo cuando abrió el paquetico.
Entonces, voy por lo que duela menos.
Así amor, es Caracas


Consuelo Laya.

Para Chandra

Chandra me dice que no encuentra las palabras
yo le digo que a los poetas nos pasa así a veces
mejor dicho, con frecuencia
más de lo que uno quisiera
uno que cree que las conoce
que ciertamente tiene tratos con ellas
a uno se le escapan, se le esconden, se le pierden
uno que las toca, las paladea, piensa en ellas fervorosamente
y les levanta la falda, como recomendaba Octavio Paz
resulta que uno no las encuentra cuando más las necesita.
¿Adónde se habrán ido las putas palabras?
Dime Chandra
Pero no lo digas con palabras
Sino con algo que sepa hablar mejor
Dilo con los colores, con la línea curva y línea recta
Y con todas las demás
Con el trazo

Dilo mejor así
Porque las palabras traicionan
Enredan y complican todo
Y a veces sencillamente no alcanzan
Hazme caso, por favor, amiga pintora

Luis Lacave.

S/T

Quiere voz
Quiere mi ser
Quiere mi esencia
Quiere mi consciencia, mi paciencia
Quiere la flor de mi ciencia
Quiere mi alma como un rocio del alma
Quiere mi esencia como bálsamo de tierra
Quiere mi consciencia, mi paciencia
Quiere la flor de mi ciencia

Sara Abreu.

El Pulpo Azul


La Zorra caserío de pescadores del litoral central, se encuentra rodeado por el abasto del portugués y el pequeño pero prolifero burdel de las hermanas Hernández llamado cariñosamente “La Zorrita”, donde van los pescadores a luchar contra la cotidianidad como si se tratar de un pez espada.
De las casas se escapa el olor del café mañanero, huyendo entre las uvas de playa, despertando al pueblo con su alboroto.
El sonido de los trastes para cocinar se deja acompañar de la incansable melodía de las olas del mar.
Candelaria, la madre de Norberto, la bisabuela de Isaías ya atiende el fogón que como un dragón bosteza enseñando el fuego de sus extrañas.
En el malecón apenas despunta el alba se desperezan “Yolanda mía”, “El Barracuda”, “Pachaco” y el “Pulpo Azul”. El mar de leva se retira y pareciera que los besa de popa a proa.
Norberto despliega las sábanas de su piel oscura como si se tratara de las velas de ese gran velero de sus sueños.
Piensa que hoy es un día para ir a buscar langostas en el pedrero de playa Tunja.
Se levanta enérgicamente y sale de la casa enrumbándose hacia la orilla del mar.
Respira la brisa matinal como si se tratara de la primera vez. Sabe que el mundo debe ser muy grande porque conoce la inmensidad del mar. Termina su gran taza de café y se dirige a buscar a su compañero de trabajo Isaías.
Isaías, nació una noche donde el cielo era casi pintado a mano, con una inmensa luna amarrilla que miraba su cara en el negro océano mientras el viento se empeñaba en despeinarla. Su bisabuela lo ayudo a venir a este mundo y casi recuerda cuando le quitaron la mantilla con la que nació en la blanquísima espuma de las olas.
A su corta edad es un marino versado, sabe atarrayar la carnada para el pequeño vivero de bambú que acompaña al Pulpo Azul.
Norberto está orgulloso de él. Una sonrisa amplia se dibuja en su rostro al recordarlo y camina a despertarlo.
El sol ahora se encuentra de un lado de la costa, maquillándola de plateado como si fuese la playa a una fiesta.
El fogón ya pario las arepas del día y olorositas acompañan a las camiguanas que recién estaban en el mar.
Norberto e Isaías se embarcan en el pequeño bote y salen como todos los días de sus vidas a conquistar aquel inmenso azul hasta que el sol decida irse a dormir.


Consuelo Laya.

Cerco

Desempleado, sin un centavo en el bolsillo,
sin combates, sin nada que hacer,
digo, no tengo acceso a la alegría,
no tengo derecho al más pequeño de los saludos
y menos aún al amor.
Sólo la blasfemia me es dada, sólo la blasfemia
y las hambres mas hondas me son dadas.
Pero sabedlo,
esto no va a durar toda la vida.
Vosotros devoradores de la canción,
que durante sombras seculares me habéis tenido
acorralado en este cerco de tristezas:
¡escuchadme bien!
es cierto que estoy hecho para grandes decepciones
y cierto también, preparado,
para inexorables alegrías que vendrán.

Tengo necesidad del mañana
no me juzguéis cruel por mis actos.

Victo Valera Mora.

Cronica

MUCHAS VECES he navegado en pequeños barcos de pesca al oeste de Cuba, en el Golfo de México. Cerca de las costas cubanas corre la poderosa Corriente del Golfo. Allí siempre hay pesca buena y abundante. Las aguas son profundas, de un azul oscuro y denso. Tranquilas por ¡as mañanas. Al mediodía habitualmente aparecen unas olas de dos a tres metros que se podrían interpretar como advertencia de lo imprevisible que es la zona. Casi en la superficie abundan las manchas de atunes, esos espléndidos peces plateados de carne blanca y sabrosa. Una mancha es como una manada: van todos bien apretados unos contra otros, cumpliendo sus milenarios ritos de nacimiento, alimentación, reproducción y muerte. Siempre aprisa. Ni ellos mismos saben por qué, pero jamás se detienen.

De algún modo, incomprensible aún para nosotros, repiten cada año las mismas rutas con exactitud perfecta. Cada mancha va acompañada siempre de tres o cuatro tiburones enormes. Unos escualos largos, negros, imponentes. Torpedos que se deslizan sin esfuerzo, escoltando a la turba. Elegantes y siniestros, no embisten a ¡a mancha. No crean el pánico porque eso equivale a dar un manotazo en medio de un plato de lentejas.

Lo inteligente es agarrar una cuchara y comer las lentejas poco a poco, tomando de los bordes. Así hacen ¡os escualos. Sólo se tragan limpia, hermosa, silenciosamente, a los que por unos segundos se entretienen y pierden el rumbo, o sufren de alguna enfermedad que los debilita, o simplemente, a los más torpes, que se descuidan. Si el atún se aleja un metro ya es suficiente. Se autocondena y se convierte en víctima.

Paga cara su temeridad o su estupidez. En fracciones de segundo el tiburón aparece y se traga al infeliz sin darle tiempo a rectificar. No hay perdón. A la primera va la vencida.    Es una ley dura, implacable, pero al mismo tiempo es una forma perfecta y gallarda de morir. El escualo cumple su tarea profiláctica de modo implacable. Sólo engulle a los que son un mal ejemplo: los más fuertes que intentan escaparse, y los más débiles y tontos que no pueden continuar.
Eso no se puede permitir. La ley de la manada es primitiva e inflexible: todos juntos, apretados, muy parecidos unos a otros, sanos y atléticos, para continuar esa sempiterna y vital -aunque monótona- tarea de ir y venir, reproducirse, alimentarse, etc.

Lo mejor de todo es lo que sucede un segundo después de cada merienda: el tiburón lo ha hecho limpiamente, en silencio, sin mover un músculo más allá de sus fauces de verdugo, con una elegancia adecuada para momento tan decisivo y trascendental. Ni un hilillo de sangre corre por su mandíbula. Nada lo delata. Por su parte, los compañeros del atún sacrificado hacen de la visal gorda. El tipo se arriesgó. Jugó a la ruleta rusa y perdió. Ni siquiera hay un adiós para él. Nada. No ha sucedido nada. Hay que seguir adelante. ¿Hacia dónde? Nadie sabe. A algún sitio, conducidos por el instinto. En las frías y oscuras aguas todo sigue como siempre. Atunes y tiburones con sus ritos de vida y muerte. Por encima de ellos, en la superficie, aparecen unos barcos pequeños y sólidos. Con un truco rústico hacen creer a ¡os atunes que pequeñas sardinas brincan juguetonas ante ellos Se les despierta el apetito y las ansias innatas de devorar al más pequeño. Intentan atrapar esos hilos de plata y muerden anzuelos. De golpe los atunes son izados uno a uno fuera del agua y mueren aleteando en la cubierta de los barcos, sin comprender qué ha sucedido.
Los hombres, astutos, atrapan así a los peces y respetan a los escualos verdugos, los capataces que logran mantener bien apretada la manada, lo cual conviene para capturarlos mejor.


Son los pescadores quienes realmente tienen en sus manos los hilos de la trama. A bordo de uno de los barcos sólo un hombre no pesca. Es un escriba, que observa, mira al horizonte, piensa, y toma apuntes sobre los ritos, los juegos y las leyes elegantes y crueles de hombres y animales.

Pedro Juan Gutiérrez.

Confieso que he Rumbeado

“Oye mi pana, ayúdame, esta vaina está muy pesada”. Esa exclamación acercan mis recuerdos de aquellos tiempos subiendo las escaleras del barrio o el superbloque en cualquier parte de la ciudad, por donde nos enfilábamos cargando una caja con cierta cantidad de LP (discos en acetato), para instalarnos en alguna fiesta a la que nos invitaran. Propatria, Lomas de Urdaneta, 23 de Enero, Lídice, La Pastora, por ejemplo; eran de esos sitios constituidos para la sana diversión. Y la rumba.
El entrompe era de una, y si no se llevaba pareja la charla era la propia carta a la hora del me gustas. Porque ser chamo, zanahoria y la solvencia que daba el estar trabajando, resolvían circunstancias acercadas a episodios idílicos como regularmente pasaba cuando íbamos de frente. Para eso nada mejor que una buena pinta.
 Todo galán que se respetara debía estar en onda, para lo cual podía darse una pasadita por las torres de El Silencio, donde El Moro, El Africano o Cervantes explayaban sus vidrieras a la espera de la compra de la ropa de moda. Complemento indispensable siempre debía ir en el bolsillo del saco o la chaqueta: el papel polvo, el pañuelo, la toallita refrescante con Vetiver o Lavanda, el peine de carey marca Chic. La cajita de chicle Adams era un pecado no cargarla.
 El calzado de cuero daba prestancia, sobre todo si era comprado en las zapaterías Miami o Veracruz, en la avenida Universidad; o La Francesita, por la esquina  de Piñango. El corte de pelo en la barbería El Arte Francés, por los lados de la plaza La Concordia, era impelable. Un Mulco datovisor, un Tisot militar o el económico Lancou Oris, no debía faltar en la muñeca.
 La bebida casi siempre era el anís Cartujo, tomado puro o aderezado con soda y limón según el gusto. La preferencia musical se la llevaban Ray Barreto, Tito Rodríguez, Sexteto Juventud, Federico y su Combo… en clara devoción con el programa del ya desaparecido Fidias Danilo Escalona, transmitido por Radio Difusora Venezuela; caribeña cadencia aún vigente. Igual el infaltable bolero invitando a ensamblar mejillas a la hora del levante. Sobre todo cuando desde el picó salían al ruedo las voces de Barbarito Diez, Leo Marini, La Lupe, Olga Chorens o la infaltable Orquesta Serenata Tropical.      

  Precisos los tiempos de ahora, con la miniatura de un pendrive poniendo a rumbear a medio mundo. Cosas de la modernidad ¿No?

Pedro Delgado.

San Casimiro

Si pudiera salir de la oscuridad
Porque la voz que anima
Y el salto lujurioso que ensancha mi pecho
No es normal
Si también pudiera salir del castigo
Estaría atenta al bien
Resbalaría como una merluza
Me hartaría
No sería de este mundo pequeño
Donde apenas encuentro desorden

Si escapara por el canto
Ya no sería este sapo lleno de baba
Mirando la certeza del azul
Si no chocara con mi ruido
Si perdiera la estridencia
Volaría
Qué amable sería para todo.

Cecilia Ortiz

P.M.

Pasas a mi lado y tu ropa
me roza provocativa y casual.
Me pregunto ¿quién eres extraña criatura?
no veo tus ojos,
ni el color de tus manos.
Llevas en la frente
el tatuaje de los avernos.
Te nombro
Mictecacihuatl,
Scatha 
        o Moira
Te conozco y te desconozco,
te deseo y me arrepiento.
Te nombro
Sejmet,
Ixtab
        o Yum Cimil
Te persigo por largos corredores
que oscurece la noche
Y no te das por enterada,   
tus sensuales caderas,        
tu estrecha cintura,
tu fragancia
a Margaritas y claveles.
Te nombro
Ishtar o Samovila
Te refugias en la penumbra,
huyendo de la luz.
Tu que me atraes y repeles,
alegras y angustias.
inspiras y seduces,
compeles y tientas.
En tus entrañas encierras
el secreto que el disfraz esconde,
en tu silencio la palabra
que indique tu verdadero nombre
diosa del infierno tan temido,
que indique tu verdadero nombre
diosa del infierno tan temido,
belleza que arde en la piel
y muere en la conciencia..  
Te amo sin conocerte
y sin saber si eres el ansiado final
cenizas u hoguera.
antifaz y carmín,
rosa y clavel...
circulas entre todos los hombres
con promiscua entrega 
Y yo, me quedo encendido
esperando tu sombra…

Puta muerte

Fernando Berroteran.

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