
Tiene espíritu y carne y tiembla cuando la toco, vuela en torno mío como una mariposa de cristal y se detiene en lo alto de mi torre de (mármol)
como invitándome a escalarla. Mi angelesa me cuenta, por las noches, después de la tormenta del amor, cosas acerca de Dios. Dios está como helado en su propia memoria, recordando siempre a Lucifer el ángel de la luz que lo alumbraba cuando estaba prisionero del Tedio de la eternidad. Mi angelesa me sigue a todas partes como una mujer fiel. Yo amo su sexo puro y hermoso como el tiempo. Ludovico Silva