miércoles, 19 de abril de 2017

El Pulpo Azul


La Zorra caserío de pescadores del litoral central, se encuentra rodeado por el abasto del portugués y el pequeño pero prolifero burdel de las hermanas Hernández llamado cariñosamente “La Zorrita”, donde van los pescadores a luchar contra la cotidianidad como si se tratar de un pez espada.
De las casas se escapa el olor del café mañanero, huyendo entre las uvas de playa, despertando al pueblo con su alboroto.
El sonido de los trastes para cocinar se deja acompañar de la incansable melodía de las olas del mar.
Candelaria, la madre de Norberto, la bisabuela de Isaías ya atiende el fogón que como un dragón bosteza enseñando el fuego de sus extrañas.
En el malecón apenas despunta el alba se desperezan “Yolanda mía”, “El Barracuda”, “Pachaco” y el “Pulpo Azul”. El mar de leva se retira y pareciera que los besa de popa a proa.
Norberto despliega las sábanas de su piel oscura como si se tratara de las velas de ese gran velero de sus sueños.
Piensa que hoy es un día para ir a buscar langostas en el pedrero de playa Tunja.
Se levanta enérgicamente y sale de la casa enrumbándose hacia la orilla del mar.
Respira la brisa matinal como si se tratara de la primera vez. Sabe que el mundo debe ser muy grande porque conoce la inmensidad del mar. Termina su gran taza de café y se dirige a buscar a su compañero de trabajo Isaías.
Isaías, nació una noche donde el cielo era casi pintado a mano, con una inmensa luna amarrilla que miraba su cara en el negro océano mientras el viento se empeñaba en despeinarla. Su bisabuela lo ayudo a venir a este mundo y casi recuerda cuando le quitaron la mantilla con la que nació en la blanquísima espuma de las olas.
A su corta edad es un marino versado, sabe atarrayar la carnada para el pequeño vivero de bambú que acompaña al Pulpo Azul.
Norberto está orgulloso de él. Una sonrisa amplia se dibuja en su rostro al recordarlo y camina a despertarlo.
El sol ahora se encuentra de un lado de la costa, maquillándola de plateado como si fuese la playa a una fiesta.
El fogón ya pario las arepas del día y olorositas acompañan a las camiguanas que recién estaban en el mar.
Norberto e Isaías se embarcan en el pequeño bote y salen como todos los días de sus vidas a conquistar aquel inmenso azul hasta que el sol decida irse a dormir.


Consuelo Laya.

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